viernes, 16 octubre 2020 / Publicado en Huellas Literarias

El campamento 2002 de mi colegio ININPE JV fue una experiencia para recordar por siempre. Todos los años, desde su creación, nuestra institución realiza un campamento lejos de su campus, en los meses de agosto o septiembre. En esta oportunidad el evento se llevó a cabo en el mes de septiembre, en las Cataratas de la Huarpía, provincia de Moyobamba.  Durante los tres primeros días todo estaba tranquilo. La comida abundaba, casi nadie se portaba mal y lo mejor, aún no había llovido.

            Habíamos llegado al lugar del campamento un jueves y las actividades estaban realizándose bajo control. Todo estaba como se diría en inglés “nice”.

El viernes de tarde nos preparamos para recibir el sábado. ` Luego al ocultarse el sol nos reunimos para el culto de recepción de sábado. Después, como siempre, tuvimos algunos minutos libres, en seguida la cena, el culto y finalmente fuimos a dormir.

            Al siguiente día nos levantamos, hicimos culto matutino y al terminar, cada uno hizo sus actividades personales diarias. Unos minutos más tarde desayunamos, nos preparamos para los programas de culto. Aprendimos varias lecciones y también participamos con algunos dramas.

            Las actividades de la tarde fue algo similar a lo de la mañana, muy Cristo céntrico.  Después de concluir con las actividades de sábado vino lo que todos siempre esperábamos … “La cena y las actividades de la noche”. Mientras las mujeres hacían la cena, los varones nos fuimos a cargar leña para una gran fogata que realizaríamos durante la noche.  

El momento de la fogata llego, así que profesores y alumnos, alumnos y profesores, nos divertimos mucho – saltamos, cantamos, gritamos y cada uno disfrutaba minuto a minuto estos juegos. A algunos se les apagó la voz de tanto cantar y gritar. 

            Lamentablemente, llegó el momento de ir a dormir ya que el domingo teníamos algunos planes y todos necesitábamos descansar.

            Los dos grupos de varones teníamos el rol de rondar, por turnos, cada noche. A mi grupo le tocó primero dormir. Cuando estaba durmiendo sentí algunas gotitas de agua que “estaban mojadas”, pero estaba con tanto sueño que no le di importancia y continué durmiendo.  No recuerdo si me seguía mojando, hasta que uno de mis profesores me despertó porque era mi hora de rondar y tenía que ayudar a tapar las fugas de agua porque estaba lloviendo como en ningún otro campamento.  Cuando desperté vi a algunos de mis compañeros que estaban mucho más mojados que yo, pero seguían durmiendo como si nada estaría pasando.

            Cada vez el agua ocupaba más nuestra carpa, usábamos sandalias, zapatos para tapar las fugas, funcionaba por un momento, pero más adelante parecía como que todo lo que hacíamos ere en vano. Pronto vimos sandalias y otros objetos flotando. Nos empezamos a desesperar, pero alguien prendió la chispa de aprovechar las circunstancias para disfrutar esta experiencia.  

            Era divertido ver como poco a poco los estudiantes iban despertando y tratando de ubicarse en espacios “secos” …pero en seguida lo que estaba seco también se mojaba, haciendo que todos siguieran buscando donde protegerse. Aunque estábamos inundados con el agua, el sueño no tuvo ninguna consideración de mí. Por esta razón, busqué un rinconcito “medio seco” y me senté a dormir.

            Después de dormir un rato me desperté y junto con tres compañeros más decidimos ir a la cocina para ver si queda un poquito de candela y calentarnos. De paso, un compañero a quien le gustaba comer mucho aprovechó lo que había quedado de la cena y comió hasta saciarse… claro nosotros también ayudamos un “poquito”.

            La noche estaba fría, por lo que nosotros hicimos un pequeño círculo tratando de calentarnos, al mismo tiempo que contamos algunos chistes y experiencias. Creo que por momentos nos olvidábamos del frío y le dábamos mas importancia a nuestra conversación y nuestros chistes… nos reíamos fuerte, pero no muy fuerte … “poquito fuerte”. Luego, decidimos ir a buscar si todavía podíamos encontrar un rinconcito donde cerrar nuestros ojitos.

            Sorpresivamente, al amanecer los rayos traspasaron la espesura de algunas nubes que todavía se resistían a darse por vencidas. Nosotros, olvidándose de una noche mojada y tormentosa, nos unimos para arreglar lo que la lluvia había dañado. Inmediatamente, desayunamos y fuimos a jugar en el campo y en el río.  El momento de partida se acercaba y un buen almuerzo fue el broche de cierre de tan recordado campamento. Con el estómago lleno y con mucha nostalgia, empacamos nuestras cosas y nos preparamos para volver a casa.

            Recuerdo a alguien que nos decía: “Si no hubiera llovido nos hubiéramos perdido una gran experiencia”, “Si no se hubiera quemado el arroz con leche …  tal vez no hubiera sobrado para los vigilantes” . . . y otras frases similares . . . ¿Pueden adivinar quién las decía?

 

Por:  Eduin Díaz Campos

Secundaria: 4to Grado

martes, 08 septiembre 2020 / Publicado en Huellas Literarias

Era el día más bello de mi vida, el sol brillaba en todo su esplendor, cuando salí de San Marcos rumbo a la chacra de mis abuelos, la mañana del 04 de enero del 2003.

 

            Emprendí mi viaje silbando y cantando.  Era una mañana maravillosa cuando salí de mi casa. Yo iba cantando y silbando por el camino porque estaba muy feliz.  Además, estaba muy contento porque iba a tener la oportunidad de comer guabas en la chacra de mis abuelos.

 

            Me detuve a observar la belleza de la naturaleza y no me di cuenta de que estaba sobre una cama de hormigas.  Por un momento me detuve para observar la hermosa naturaleza, las flores que la vestían y la diversidad de pequeños y lindos pajaritos que le daban a la naturaleza el toque perfecto de esplendorosa creación de Dios. Estuve tan concentrado disfrutando del paisaje y el canto de las aves que no me di cuenta de que estaba parado en una cama de hormigas, las mismas que comenzaron a picarme cuando ya estaban ubicadas en mis piernas. Ante esto yo corría de un lugar a otro tratando de deshacerme de ellas y por el dolor que éstas me causaban.

 

            Como me demoré mucho en el camino tuve que comer allí.  Mientras continuaba con mi viajé, de pronto sentí gran hambre. Mi estómago pedía algo de comer, así que busqué donde sentarme y disfruté de mi delicioso almuerzo. La comida estaba tan sabrosa y como tenía tanta hambre la “devoré” toda en unos minutos.

 

            Unos minutos después, seguí caminando cuando, de pronto, empezaron a sonar fuertes truenos.  Ya con el estómago lleno y nuevas energías continué con mi aventura. De pronto, comenzaron a sonar truenos muy energéticos. Al sentirme solo, rodeado por montañas, tuve mucho miedo. No estaba preparado para algo así, ni tenía plástico. Sin embargo, eso no me detuvo, sino que avancé con más prisa.  Unos minutos después, las nubes cubrieron la montaña y cayó una fuerte lluvia.

 

            Nuevamente me dio mucha hambre y a esto se sumó el frío. La lluvia se despidió dejándome mojado de pies a cabeza, con mucha hambre y frio. Allá en medio de la montaña, mojado y sin nada para poner en la boca empecé a buscar alternativas para solucionar mi situación. Pensé por un momento sobre que hacer, pero mi energía estaba centrada en el frío y en el hambre. Miré a mi alrededor y no encontraba ninguna alternativa que podría ayudarme a satisfacer mi necesidad. Afortunadamente, no me desanimé sino más bien me encaminé a buscar ayuda.

 

 

            Pronto, felizmente llegué a una chacra de frutas.  Luego de caminar un poco pude entrever, no muy lejos, una chacra de árboles con muchos frutos. Sentí que reviví con solo mirar los frutos. Corrí y subí a uno de los árboles y como mono, ahí nomás en el árbol, comí hasta saciarme.

 

            Con el estómago satisfecho continué mi viaje, pero temblando de frío.  Aunque el camino era un poco abierto, la parte alta estaba cubierta por las ramas de los árboles lo cual impedía que los rayos del sol me alcanzaran.  A pesar de eso, no perdía de vista mi meta, pero al mismo tiempo me sentía triste porque estaba solo y porque me sentía culpable por haberme distraído al inicio de mi viaje – pensé que, si hubiera avanzado, sin detenerme, tal vez estaría ya hubiera llegado a mi meta o estaría muy cerca.

 

            Para rematar mi situación, una víbora se atrevió a interponerse en mi camino.  Era ya muy tarde, yo estaba todo mojado y cansado cuando de pronto, mientras caminaba por ese camino arenoso, encontré una horrible víbora. Me asusté mucho, pero no deje que ese susto me paralizara, así que cogí un palo grande y grueso y perseguí al reptil hasta matarlo.

 

            Después de deshacerme de la víbora, unos pasos más adelante, me encontré con un río. El sol empezaba a despedirse y yo todavía no había llegado y lo peor era que me estaba encontrando con más obstáculos. Esta vez me fue un rio caudaloso. Todavía asustado por mi experiencia con la víbora, me dispuse a cruzar el rio.  Ya estaba oscureciendo, era difícil notar que parte sería menos peligrosa. Me arriesgué a entrar por donde parecía ser más viable, pero pronto me encontré con corrientes fuertes que casi me arrastraron. Me pare un momento, observe a mi alrededor y tome valor, me pare de costado, firme y con mucha determinación supere la fuerza de las corrientes.  Una vez en la otra orilla del rio, me senté y agradecí a Dios por protegerme.

 

            A pesar de las circunstancias traté de continuar mi camino silbando, pero la noche me estaba por intimidar.  Yo ya estaba agotado y en medio de una montaña donde no había alguien que me ayudara.  Sentí que no podía dar un paso más, así que me acosté en el camino y, pidiendo la protección de Dios, me quedé dormido.

 

            Luego de un momento de estar durmiendo algo me indicaba que estaba en peligro.  Desperté de un salto y me di cuenta de que, a mi alrededor, había animales feroces me estaban observando. Me asusté terriblemente y temí por mi vida. Inmediatamente, cerré mis ojos y silenciosamente imploré la protección Divina.  Grande fue mi alivio, cuando al abrir mis ojos note que los animales se retiraban uno por uno hasta que desaparecieron en la densidad de la noche y la agreste montaña.

 

Ver que los animales ya no estaban me dio fortaleza para continuar mi viaje, a pesar de las circunstancias. Con un poco de temor de que ellos podrían regresar en cualquier momento seguí dando pasos rumbo a mi hogar. Aunque la oscuridad era un problema, me concentre más en llegar – no pensé en la distancia sino en que cada paso que daba estaba un paso más cerca de mi meta. Una vez más sentí la compañía de Dios, quien sin duda estuvo conmigo en cada instante.  Pronto, entre la oscuridad, pude notar a la distancia una luz que indicaba de esperanza, era la luz de mi pueblo.

  Finalmente, llegue a mi casa aproximadamente a las 3:00 de la mañana. Mis padres estuvieron muy preocupados, ya habían pedido a los vecinos apoyo para ir a buscarme. Cuando me vieron se alegraron mucho y corrieron a abrazarme. En ese momento les pedí perdón por haberme demorado y les prometí que tendré más cuidado en el futuro. 

 

            En conclusión, en esta experiencia tempestuosa aprendí lecciones de fe y perseverancia.   Sin duda, este viaje en medio de la naturaleza impactó mi corazón y mi mente, fortaleció mi espíritu aventurero y moldeó mi forma de enfrentar la vida. Reconocí que como hay peripecias físicas, también las hay psicológicas a las que debemos resolverlas con confianza en Dios, con esfuerzo y perseverancia para superar los obstáculos que se presenten en el proceso de la consecución de un sueno o, incluso, en nuestra rutina diaria.

 

 

Jorge Samuel Chuquival Gómez

Secundiaria: 4to

Soritor, 07 de Junio, 2003